sábado, 27 de junio de 2009

Los tesoros de la mente

En el cerebro existen dos esferas con diferentes funciones: la mente consciente es la que razona y la mente subconsciente recibe las órdenes y las acepta sin discusión.
LA MENTE CONSCIENTE
Da el conocimiento del YO SOY YO, que percibe el mundo a través de los de los sentidos.
Es la fuente de los pensamientos, ellos se unen a las emociones, se materializan en acciones y dan forma al mundo exterior.
Su función más elevada es el razonamiento: analiza, sintetiza, ordena, procesa la experiencia, decide y resuelve los problemas.

El SUBCONSCIENTE
Funciona como una estación receptora y transmisora de enorme poder.
Acepta y asimila todo lo que recibe, sin analizar si las propuestas son ciertas o falsas, positivas o negativas.
Es un suelo fértil donde germinan las semillas que llegan en forma de ideas, sugerencias o mandatos y una vez que están bien arraigadas, comenzará a trabajar para darles VIDA y lanzarlas al exterior.
En momentos de grandes dificultades es quien facilita la fuerza interior y permite recuperar el valor y la fe.
Sus principales facultades son:
La intuición: percepción clara e instantánea de una verdad, sin auxilio de la razón.
Inspiración: impulso creador.
Emoción: estado de ánimo que moviliza a la acción.
Sugestión: inicia la labor creadora.
Certidumbre: certeza.
Imaginación: herramienta poderosa que permite crear.
Memoria y energía dinámica.
Los grandes poderes del ser humano son: Imaginación, emoción y la palabra.

Las afirmaciones.
Son declaraciones positivas que transmiten un sentimiento. Sostienen lo que imaginan y desean de una manera real y posible, determinan una postura ante la vida.
Se utilizan palabras y frases sencillas, pero siempre van cargadas de emoción.
Es como clavar un clavo en una tabla, el primer golpe fija el lugar preciso del clavo y los golpes restantes lo hacen penetrar profundamente hasta dejarlo en el lugar definitivo.
El subconsciente trabaja las 24 horas acumulando información. Como no reconoce el NO, en lugar de decir: “no quiero enojarme”, afirmar: “estoy tranquilo”, “mantengo la calma”.
El diálogo interior es el parloteo continuo que mantiene la persona, cuando es negativo y reiterativo como disco rayado, se convierte en un hábito.
Reconoce los personajes que ante una crisis, juegan en la mente.
El trágico: “vamos de mal en peor”
EL inseguro: “no sé si voy a poder”.
La víctima: “pobre de mí”.
El desesperanzado: “ya no hay nada más que hacer”.
El perfeccionista: “tengo que exigirme más”
El despreciativo: “no sirvo para nada”, “soy un inútil”
Pueden ser reemplazados por otros y alcanzar mejores resultados:
“Puedo aprender”, “merezco lo mejor”.
“La fe mueve montañas”.
“Abundancia… prosperidad”.

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